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Cómo se gestiona una herencia sin testamento

Cuando alguien muere sin haber dejado indicaciones escritas sobre el reparto de sus bienes, se activa un procedimiento legal conocido como sucesión intestada. En esta situación, la normativa vigente es la que decide quiénes recibirán la herencia. Esto puede generar conflictos entre familiares, ya que no hay una voluntad clara que guíe la distribución. En vez de seguir deseos personales, se aplica un orden establecido por ley que prioriza a ciertos parientes frente a otros.

Lo primero que se debe hacer es obtener el documento oficial que certifica el fallecimiento. Con él, se puede comprobar si existe alguna disposición registrada sobre la herencia. Si se confirma que no hay testamento, será necesario tramitar un documento legal llamado declaración de herederos. Este trámite puede hacerse mediante notaría o en los tribunales, según el vínculo de los familiares involucrados. Si se trata de hijos, padres o pareja del fallecido, se resuelve con un notario. En cambio, si intervienen familiares más distantes o hay desacuerdos, se necesita la intervención de un juez.

En este tipo de casos lo mejor es solicitar la ayuda de los abogados expertos en herencias como Garanley para que la gestión de la herencia sea más fácil y así se eviten errores comunes que pueden retrasar el proceso o generar conflictos familiares. La intervención profesional también garantiza que todos los documentos necesarios estén en orden y que los trámites se realicen conforme a la legalidad vigente. Es fundamental contar con asesoramiento para identificar todos los bienes del fallecido, así como posibles deudas o cargas que pueda haber dejado.

¿Quiénes son los herederos cuando no hay testamento?

La normativa establece un procedimiento claro para repartir los bienes de una persona tras su fallecimiento. En primer lugar, la herencia corresponde a los hijos y a sus descendientes, quienes reciben partes iguales. Si algún hijo ha fallecido antes, sus propios hijos, es decir, los nietos del fallecido, ocupan su lugar en el reparto. En caso de no existir descendientes, la herencia pasa a los padres o antecesores directos. Si tampoco hay padres vivos, el siguiente beneficiario es el cónyuge sobreviviente. Si no hay cónyuge ni ascendientes, la herencia recae en los hermanos y sobrinos. Finalmente, si no existen familiares hasta el cuarto grado de parentesco, el patrimonio pasa a ser propiedad del Estado.

Este orden es inamovible cuando no existe un testamento que establezca otras disposiciones. Por eso, en familias con estructuras complejas o relaciones no convencionales, el reparto legal puede no coincidir con lo que el fallecido realmente deseaba. En estas situaciones, algunos beneficiarios pueden no estar al tanto de su derecho a la herencia, lo que puede generar malentendidos y desacuerdos. Las disputas entre herederos dificultan el proceso y pueden hacer que la tramitación se alargue considerablemente. Por este motivo, conocer bien las reglas de sucesión es fundamental para evitar problemas futuros y asegurar un reparto justo según lo establecido por la ley. Cuando existen dudas o conflictos, es recomendable buscar asesoría legal para manejar la situación de manera adecuada y evitar enfrentamientos innecesarios.

Siempre hay que hacer inventario 

Cuando se identifican los beneficiarios de una herencia, el siguiente paso es elaborar un listado detallado de todos los bienes y responsabilidades del difunto. Esto abarca propiedades, vehículos, cuentas de ahorro, inversiones, así como préstamos, hipotecas y deudas pendientes.

Los herederos tienen la opción de aceptar la herencia de dos maneras: de forma directa, asumiendo todo tal cual, o bajo la modalidad que limita su responsabilidad al valor de lo heredado, evitando así que sus bienes personales se vean afectados por posibles deudas que excedan el patrimonio recibido.

En esta etapa, es común que las personas cometan fallos por falta de experiencia o información. No realizar un inventario exhaustivo o aceptar la herencia sin analizar las cargas asociadas puede resultar en problemas financieros. Por eso, es fundamental contar con el apoyo de especialistas que guíen todo el trámite desde el inicio para evitar complicaciones.

¿Cómo se realiza el reparto?

La aceptación de una herencia debe formalizarse ante un notario mediante un documento oficial. Desde ese momento, quienes reciben la herencia cuentan con un plazo de seis meses para abonar el Impuesto de Sucesiones. Si necesitan más tiempo, es posible pedir una extensión para cumplir con esta obligación. El monto a pagar depende del lugar donde vivía la persona fallecida y también del vínculo familiar que tengan los herederos con ella.

Una vez que se haya realizado el pago del impuesto, se lleva a cabo la distribución de los bienes heredados. Este reparto puede hacerse de forma consensuada entre los beneficiarios. Si no logran ponerse de acuerdo, entonces será necesario recurrir a un proceso judicial para resolver la división. En casos de bienes que no se pueden dividir fácilmente, como una casa, se puede asignar la propiedad a uno de los herederos, compensando económicamente a los demás. Otra opción es vender el bien y repartir el dinero entre todos los involucrados. Así se asegura que todos reciban una parte justa según lo establecido.

La importancia de la planificación

Gestionar una herencia sin que exista un testamento es un procedimiento legal que requiere cumplir con varios trámites administrativos y fiscales. Desde identificar quiénes son los herederos hasta pagar los impuestos correspondientes, pasando por realizar un inventario de los bienes y distribuirlos, cada etapa necesita ser manejada con cuidado para evitar problemas. La mejor opción siempre es planificar con antelación y dejar por escrito las decisiones sobre la herencia.

Cuando no hay un testamento, el proceso puede volverse complicado y generar conflictos familiares si no se lleva a cabo correctamente. Contar con especialistas en estos asuntos puede facilitar los trámites y evitar enfrentamientos legales prolongados. La presencia de expertos no solo ofrece respaldo legal, sino que también ayuda a mantener la paz entre los familiares involucrados. Así, el manejo adecuado del patrimonio garantiza que la herencia se distribuya de manera justa y sin mayores complicaciones.

 

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